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Fecha de publicacion: 2021-08-03
Neurociencia infantil y coronavirus: la pandemia de los “cerebros quietos”
Una cadena de efectos negativos que se potenciaron con el sedentarismo aún compromete el desarrollo infantil: angustia, regresión, temores, abulia, soledad son algunas de las consecuencias que mencionan los especialistas

Las duraciones más largas de la cuarentena se asocian específicamente con una peor salud mental, síntomas de estrés postraumático, conductas de evitación y enojo (Cayce Clifford/The New York Times)

Cuando la OMS declaró el estado la pandemia mundial y muchos gobiernos decretaron un período de confinamiento prorrogable, la cuarentena se caracterizó por dos aspectos fundamentales: el aislamiento de las familiares y la restricción de movimiento. Este tiempo de reclusión obligatoria produce daños psicológicos temporales y permanentes. Estrés, irritabilidad y tristeza aparecen ante una situación de soledad, incomunicación e incertidumbre.

Una investigación llevada adelante por especialistas de la Universidad de Alicante recoge las conclusiones de otros estudios realizados sobre mutaciones del virus SARS-CoV-2 y los efectos psicológicos. Algunas investigaciones sugieren que las cuarentena más largas se asocian específicamente con síntomas de estrés postraumático, conductas de evitación y enojo.

La actividad física en el hogar se desató como un fenómeno propio de COVID-19 como una manera de luchar contra los desequilibrios emocionales del confinamiento y de mantenimiento de la salud. Ante esta situación de encierro, han proliferado diferentes programas de ejercicios de todo tipo y en diferentes plataformas y medios de comunicación. Algunas de estas plataformas han visto incrementado el número de usuarios y reproducciones, siendo estos valores, indicadores objetivos del interés por la práctica del ejercicio físico en momentos de reclusión obligatoria en el hogar.

Temores de infección, frustración, aburrimiento, suministros inadecuados, información incorrecta, pérdidas financieras y estigma social son algunas de las contrariedades que investigadores han sugerido como efectos duraderos, incluso hasta tres años después de la cuarentena por el virus (SARS).

El estudio The Experience of Quarantine for Individuals Affected by SARS in Toronto (La experiencia de la cuarentena individual de los afectados con SARS en Toronto) exploró la experiencia de la cuarentena domiciliaria durante el brote del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS) en esa ciudad en 2003. Los investigadores siguieron las etapas que comenzaron antes de la cuarentena y terminaron después de ella.Como conclusiones, afirmaron que “la salud pública tiene una doble función: la de monitorear el cumplimiento y brindar apoyo a las personas en cuarentena”. Este estudio tuvo implicaciones para la política y la práctica de salud pública en la planificación de las siguientes emergencias de salud pública en términos de la información y los recursos necesarios para organizar una respuesta efectiva.

Otras investigaciones sugieren que las duraciones más largas de la cuarentena se asocian específicamente con una peor salud mental, síntomas de estrés postraumático, conductas de evitación y enojo. El mismo equipo de la Universidad de Toronto llegó a nuevas conclusiones en un análisis de la experiencia de estar en cuarentena enfocándose en la relación entre el riesgo percibido de contraer el SARS y el cumplimiento informado de la orden y los protocolos de cuarentena. Como resultados, comprobaron que los participantes en el estudio evolucionaron entre el miedo y la negación, sobre su riesgo de contraer o propagar el virus.

En el caso de los niños, ciertos estudios afirman que las secuelas psicológicas o traumas tras la pandemia podrían caracterizarse por síntomas de estrés postraumático, regresiones a etapas anteriores, agresividad y rebeldía, o incluso desórdenes en el sueño (REUTERS/Mohammed Salem)

Esta investigación resaltó la necesidad de una mayor credibilidad en las comunicaciones de salud pública para aumentar el cumplimiento de los protocolos de cuarentena y contener brotes de enfermedades infecciosas nuevas y mortales.

The Lancet ha publicado recientemente, diferentes estudios sobre la perspectiva planetaria del virus, desarrollo de tests basados en anticuerpos, inmunidad y anticuerpos, formas de transmisión, entre otros.

El equipo del Departamento de Psicología de King’s College de Londres concluyó que el impacto psicológico de la cuarentena es amplio, sustancial y puede ser duradero. No obstante, defienden esta medida como método de contención del virus. Por otra parte, afirman que “privar a las personas de su libertad para el bien público en general es a menudo polémico y debe manejarse con cuidado. Todas las medidas que se tomen desde los gobiernos, deben garantizar que esta experiencia sea lo más tolerable posible para las personas”.

Entre sus recomendaciones enumeran que se puede mejorar el impacto “diciéndoles a las personas lo que está sucediendo y por qué,explicando cuánto tiempo continuará, proporcionando actividades significativas para que realicen mientras están en cuarentena, proporcionando una comunicación clara, asegurando suministros básicos (como alimentos, aguay suministros médicos) están disponibles y refuerzan la sensación de altruismo que las personas deberían sentir”. Concluyen finalmente que “si la experiencia de la cuarentena es negativa, puede haber consecuencias a largo plazo, tanto de salud como económicas”.

En el caso de los niños, ciertos estudios afirman que las secuelas psicológicas o traumas tras la pandemia podrían caracterizarse por síntomas de estrés postraumático, regresiones a etapas anteriores, agresividad y rebeldía, o incluso desórdenes en el sueño. Otro efecto fisiológico es la obesidad, ya que se descuida la alimentación y se busca un remedio contra la ansiedad.

El confinamiento también agravará las patologías preexistentes al período de reclusión en los hogares. Los niños tendrán problemas en la regulación emocional y conductual, pues se encuentra en pleno desarrollo y sufren una privación de movimiento, juego en la calle e interacción social. Además, necesitan rutinas y hábitos para sentirse seguros, lograr la estabilidad y seguir su ritmo biológico.

El confinamiento también agravará las patologías preexistentes al período de reclusión en los hogares. (Daniel Levin via The New York Times) 

La restricción de movimiento provocará enfados, llantos, miedos, trastornos alimentarios y cierta hiperactiva

La Organización Mundial de la Salud recomienda 150 minutos de actividad física moderada por semana, lo que supone unos 30 minutos diarios. La actividad física moderada se convierte en la mejor inversión en salud.

Numerosas universidades han querido analizar los efectos del confinamiento entre el alumnado universitario. En España, por ejemplo, destaca el proyecto liderado por la universidad de Granada en el que participan 15 universidades españolas, que pretende conocer cómo adapta el alumnado sus hábitos de actividad física y estilo de vida a la situación de confinamiento. En su documento, citan “para un ciudadano poco entrenado, la actividad física y el deporte es algo más que un hábito de catarsis, ya que podría convertirse en un recurso ante la enfermedad. La actividad física se presenta como un verdadero aliado en la lucha contra el virus y contra sus efectos psicológicos”.

Las consecuencias infantiles han sido alarmantes en términos de salud física. Mónica Katz, Directora de la Diplomatura en Obesidad de la Universidad Favaloro ha indicado: “Se trata de un choque de pandemias ya que veníamos mal pues según la última encuesta ENNYS, en donde 4 de cada 10 chicos y chicas tiene sobrepeso. Y luego apareció la cuarentena prolongada. Existe evidencia de que los chicos y chicas cuando no los tenemos obligados a quedarse sentados o dentro de casa, se mueven, pero no fueron a la escuela, no fueron a la plaza, a la canchita de fútbol ni a la casa del amigo. Esto implica que hemos anulado durante mucho tiempo un derecho esencial para los chicos que es jugar y hacer actividad física. Por supuesto que no había salida para poder limitar los efectos de la pandemia, pero este fenómeno tendrá múltiples consecuencias en los chicos”, argumentó Katz.

El trastorno de estrés postraumático implica alteraciones psicológicas duraderas atribuidas a la experiencia de un evento traumático importante. Para Manuel E. Cortés, profesor de Química y Biología, Biólogo, Doctor en Ciencias, decano de la Facultad de Educación de la Universidad Bernardo O’Higgins de Chile, “el estado de catástrofe debido a la pandemia por COVID-19 constituye un estresor significativo que puede generar en los adolescentes trastorno de estrés postraumático, el cual se caracteriza por pesadillas, insomnio, recuerdos repentinos, irritabilidad, ansiedad y rasgos depresivos, entre otros. Se sabe que los jóvenes que experimentan estrés traumático y que desarrollan síntomas postraumáticos secretan niveles más altos de cortisol que aquéllos sin antecedentes de trauma. La activación de la respuesta del estrés, que culmina con la secreción de las mencionadas hormonas del estrés, induce alteraciones genéticas en múltiples regiones del cerebro en humanos y en roedores. Varias investigaciones en animales sugieren que la secreción excesiva de corticosterona puede producir efectos tóxicos en áreas cerebrales ricas en receptores de glucocorticoides, por ejemplo, el hipocampo y la corteza prefrontal. Lo anterior es preocupante, ya que estas dos áreas están involucradas en el procesamiento de la memoria y la función ejecutiva, ambas críticas para los procesos de aprendizaje”.



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